miércoles, 28 de mayo de 2014

PARCIAL: GABO VISITÓ A FIDEL

Cattaneo.

Eran las diez de la mañana y Gabo arribaba a Cuba para encontrarse con su amigo Fidel. Estaba vestido con una camisa blanca, un pañuelo en el cuello y un pantalón negro. Detrás de sus grandes anteojos con marcos negros se notaba el avance de su enfermedad. De esa enfermedad que muchos no se atreven a siquiera mencionar y contra la que venía luchando desde 1999.

Minutos después de descender del avión que lo traía de México se subió al Chevrolet de 1951 verde que lo esperaba en la puerta del Aeropuerto de La Habana José Martí. Iba a la casa de su amigo y líder supremo de la revolución. Estaba nervioso por el reencuentro.

Gabriel conoció a Fidel en enero de 1959, cuando el primero vivía en La Habana y trabajaba en Prensa Latina. La amistad fue surgiendo poco a poco. Gabo veía en él algo diferente, sentía que era distinto al resto de los líderes latinoamericanos. La admiración fue desde un principio.

En la puerta de la residencia su amigo y compañero lo esperaba con muchas ansias. Hacía años que no se veían. No obstante, la amistad seguía viva y allí estaba él, aguardándolo para compartir una charla.

Fidel lleva puesto, como de costumbre, un conjunto deportivo azul Adidas. Desde que su salud comenzó a empeorar fue dejando el verde oliva de lado para adoptar un nuevo uniforme más cómodo. No veía la hora de que su amigo llegue.

El coche que trasladaba a Gabo se detuvo frente al comandante. El escritor se bajó apresuradamente y no dudó en saludarlo con un abrazo. Eran muchas imágenes, muchos recuerdos los que se le venían a la cabeza.

-¡Amigo mío! –lo saludó el revolucionario–. Tanto tiempo...

-¡Que emoción! –replicó Gabriel.

El líder lo invitó a pasar a la casa. Una vez adentro, los viejos amigos se sentaron enfrentados. El comandante en su habitual silla giratoria y Gabo en un confortable sillón marrón. Ambos se encontraban muy felices, era indudable.

-¿Cómo anda tu salud? –le preguntó Fidel.

-Sufrí una recaída producto de la enfermedad –le respondió.

-Oh, Gabo. Nuestros médicos están experimentando grandes avances científicos. Te juro que encontraremos la cura contra esa enfermedad –disparó. -Quiero que Cuba sea responsable de tu curación.

-Sabés que tengo una gran confianza en la revolución y admiro a sus científicos –contestó Gabo.

La última vez que Gabriel y Fidel se habían visto había sido hacía unos seis años. En ese momento el escritor viajó con su esposa, Mercedes y almorzaron junto a Dalia –la mujer de Fidel- y toda su familia.

Pero en este nuevo encuentro el estado de salud de ambos no era el mismo, los años habían pasado y el encuentro fue más íntimo. En general las charlas entre ellos giraba alrededor de la literatura o la gastronomía. Ambas pasiones para los dos. Pero este encuentro fue diferente y tuvo nula repercusión.

Gabriel había formado parte del núcleo de periodistas que conformaban Prensa Latina, una agencia de noticias perteneciente al gobierno de Cuba que fue fundada en junio de 1959 por iniciativa de Jorge Ricardo Masetti y  el Che Guevara. La misma surgió en defensa de las ideas de la revolución encabezada por Fidel.

-Querido, ¿recordás cuando me amenazaban y me perseguían de la CIA? –preguntó Gabo.

-Y los disidentes a la revolución, los mercenarios – agregó el líder.

-Fue por mi rol en Prensa Latina. No compartían el contenido de mis reportajes.

-Luego hablan de libertad de expresión –criticó-. La libertad es sólo para el imperio. Cuanto cinismo.

-Hasta el día de hoy no me han dejado tranquilo. Les molesta mi ideología, mis opiniones.

-Son así, amigo. Odian el socialismo y a los pueblos libres. Si fuera por ellos ya me hubieran matado.

Las paredes de la casa estaban pintadas de celeste y había muchos cuadros y plantas. Fidel tenía a mano su teléfono fijo y estaba rodeado por una vasta biblioteca donde estaban todos los libros de Gabo.

Gabriel se acomoda en el sillón y se sirve agua en el vaso que tenía al lado. Toma un trago y dice:

-¿Vos sabías que verdadera causa de mi enfrentamiento con Mario es la revolución cubana?

-Lo sospechaba. Contame.

-Se han inventado muchas cosas: que fue por una mujer, que hubo unos puñetazos... En realidad él nunca soportó mi amistad personal contigo y mi apoyo a la revolución.

-Claro, desprecia todos los gobiernos populares. Es funcional al sistema capitalista. No puede entender que sólo el socialismo garantiza la educación, la salud y el empleo y que no puede haber educación, justicia social y socialismo sin revolución.

-Pero él reduce todo eso a una dictadura prehistórica. Si hay alguien que se opuso a la derecha y a las dictaduras en todo Latinoamérica fui yo.

-Me consta. Los que defendemos a los pueblos latinoamericanos somos nosotros. Dictadores son los que quieren derrocarnos y volver a convertir a Cuba en un traspatio de los Estados Unidos, un lugar de diversión para los yanquis. Quieren volver a hundir a los cubanos en la miseria.

Gabo asintió con la cabeza y tomó otro trago de agua.

Él creía profundamente que el socialismo era una posibilidad real de solución para los problemas de América Latina. En ese sentido siempre optó por no ser neutral, por tener una activa militancia. Al mismo tiempo, nunca dejó de considerarse periodista. El sostenía que el periodismo era el mejor oficio del mundo y que el mundo tarde o temprano sería socialista.

-¿Qué deseas almorzar? –preguntó Fidel mientras se desprendía la campera.

-Sabés que me inclino por la langosta. Pero comamos bacalao, como te gusta a vos.

-No, Gabito. Comeremos langosta con vino tinto.

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