miércoles, 4 de junio de 2014

“La escritura es lo que me anuda a la vida”

Por Nahir Saieg

Artista y psicóloga, Bettina Bonifatti prefiere presentarse como escritora. Sus inicios en esta profesión y su relación con la lectura. Sus proyectos actuales y un consejo a los principiantes en el arte de escribir. 




Bettina Bonifatti, nacida en 1967 en Mar del Plata. Vivió su niñez y adolescencia en Buenos Aires y posteriormente se radicó en Pergamino durante 20 años.

El arte, la psicología y la escritura convivieron y conviven en ella. La psicología es su profesión y la pintura ya la ha abandonado. La labor de escribir es la que más disfruta y con la que más se siente identificada. Sus libros se encuentran disponibles en la web y no cesan sus nuevos proyectos. En permanente producción literaria y a días de regresar a vivir a la capital del país, nos cuenta sus experiencias e impresiones sobre el noble arte de las letras.

Bettina, teniendo en cuenta que ejerces tres profesiones ¿cómo te gustaría que te presente? ¿Cómo artista, escritora o psicóloga?

Ejerzo la psicología, en salud pública y privada. La pintura fue mi vida por treinta años, pero me retiré, ya solo elijo el dibujo, en función de hacer algún día un diario ilustrado de un viaje corto, o para escribir sobre arte. Me gusta ser presentada como escritora. Porque es lo que me anuda a la vida.

¿Qué fue lo que te hizo abandonar la pintura? Tu pasión, como lo has definido en varias ocasiones

Yo siempre digo que la pintura es como un gran amor y el dibujo como un viejo amigo. Me quedé con el dibujo, que es como una tarea más austera. La pintura necesita frecuencia, presencia, continuidad y el dibujo es como un gran amigo. No importa que no lo veas hace mucho tiempo, no necesita trato diario, pero siempre está.

¿Cómo crees que fueron tus inicios en la escritura?

Mis inicios en la escritura fueron a través de la correspondencia con mi abuelo paterno, de muy niña, a los siete años. A los 10 años leí mi primer libro, de Mark Twain: El príncipe y el mendigo. A los 11 años comencé a escribir mi diario de vida, uniendo lo epistolar con la vida cotidiana. En la secundaria, a los 14 años, escribía para la revista de mi colegio, “El tábano”, y también ilustraba sus notas. Ya a los 17 escribía textos, relatos cortos, pero nunca con la idea de ser escritora.
Quizás la conjunción de esas cosas, sumado a una hermana gemela que también escribía y a los libros que había en la pequeña biblioteca de mi casa, hicieron que leer y escribir sean para mí el lugar donde mejor me sentía.

¿Cómo continuó esta relación con la misma?


A los 20 años inicié una expedición a caballo de 5 años de duración. Auspiciada por la Dirección de Asuntos Culturales de la Cancillería Argentina (8000 km a caballo) en la cual llevé un diario de viaje que fui escribiendo durante esos años. Todas esas anotaciones sumaron aproximadamente 20 cuadernos de 100 hojas. Muchos años después construí con esas páginas los fragmentos de mi libro del viaje, “Cinco años a caballo”. Publicado en el año 2006.

¿Crees que ese ejercicio de escribir diariamente se hizo imprescindible en tu vida? ¿Por qué?

Si, sin dudas. Porque aunque después no escribía todos los días ya era un estado para mí, una convivencia con la escritura. Siempre que escribo, lo hago a la mañana, muy temprano y en ayunas. Ese estado de escribir es para mí una necesidad básica, no una obligación. Anotar y tener libretas, cuadernos. Elegir las palabras. Ese es el ejercicio diario que se hizo imprescindible en mi vida.

¿Qué presencia tuvo la lectura en tu vida?

En la adolescencia he leído escritores como Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Lucio V. Mansilla, lo que todos leíamos. La música de nuestra época también me relacionó con las letras, con la poesía. El tango con poemas de Homero Manzi y principalmente el folclore con Manuel J Castilla.
Mucho tiempo más tarde, a raíz de la facultad y las lecturas obligadas empecé a leer como nunca había leído antes. El estudiar la carrera de psicología me dejó el hábito de lectura que después trasladé a la escritura. Leía entre 3 y 4 horas diarias. Fue como un hallazgo “de grande”.

¿Cuáles podría decirse que son tus escritores preferidos?


Si tuviera que nombrar dos mujeres, mis dos escritoras favoritas son la española Rosa Chacel y la norteamericana Katherine Anne Porter. En cuanto a escritores, William Faulkner también norteamericano. Henry James, Thomas De Quincey y James Purdy, ingleses. Juan José Arreola, mexicano y dos checos que me encantan: Vladimir Holan y Bouhmil Hrabal.
De nuestro país me gusta mucho Antonio Di Benedetto, Hector A. Murena, Mansilla que ya lo nombré y también Juan Filloy.
No se parecen entre sí y cada uno te evoca mundos diferentes. Estas lecturas me dieron más seguridad a la hora de escribir. Creo que la lectura es la mejor autorización que uno se puede permitir siendo escritor. Luego de leer estos autores me animé a escribir una novela que se llama “El Andante”.

Actualmente ¿en qué proyectos estás trabajando?

Siempre que estoy terminando un libro se me ocurre otro, entonces me engancho tanto con el nuevo que no puedo terminar el anterior. Actualmente estoy trabajando simultáneamente en tres trabajos.
Estoy corrigiendo uno que ya está terminado “La Cruz Eslovaca” que es un relato autobiográfico. Terminando un ensayo titulado “La música de los libros” que es un texto acerca del oído lector y el ritmo en la literatura. Y en el inicio de un proyecto sobre un libro acerca de la gemelitud con mi hermana gemela Karina Bonifatti que también escribe. La misma vocación pero con distinto contenido.

¿Qué consejo le darías a los que recién empiezan con esta labor?

Hay dos cosas que yo considero importantes, una es la concentración y la otra es estar dispuesto a perder algo. Hoy hay mucha industria del entretenimiento y está mal visto aburrirse. Yo estoy a favor del aburrimiento porque es el estado anterior a la concentración, que en el arte es todo. Mi consejo es no permitir que la vorágine del mundo, de la sociedad, trastoque la concentración. Mantenerla intacta. Incluso en la maternidad se aprende a trabajar en el ruido, a crear en la simultaneidad de las tareas humanas.
A lo largo del tiempo perdí la pintura, la ansiedad por publicar y pude ganar otras cosas. Mi conclusión es que no hay ganancias sin pérdidas. El fin es lograr la pasión regulada, no siempre relacionarla al exceso, porque el exceso puede extinguir la pasión.

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