miércoles, 2 de julio de 2014

Juan Salvo, el hombre de los ojos color para siempre

Por Nahir Saieg

Hay historias que son escritas en un determinado tiempo pero que sin embargo siguen siempre vigentes. Hay historias que lentamente se van transformando en clásicos, y El eternauta de Héctor Oesterheld y Francisco Solano López va en camino a serlo. 
Quizás El eternauta pueda en algún tiempo cercano gozar de esta condición por varios motivos. Oesterheld supo combinar perfectamente sus inquietudes metafísicas respecto a esas dimensiones de las que tan poco se sabe, como lo son el espacio y el tiempo, y ese bagaje cultural que su condición de lector asiduo de ciencia ficción le brindó. Una combinación fatal para una historieta argentina que carecía de un hito. 
Sin embargo, lo más sorprendente de la historia que lograron construir junto con Solano López es esa noción de “héroe sin capa”. Hasta el momento todas las historias de ciencia ficción eran ubicadas en los EEUU. Ciudades como Nueva York o pequeños condados yankees eran el epicentro preferido de los escritores. Sin embargo esta historia comienza en Vicente López, cerca de mí, cerca de vos y de cualquiera que se anime a adentrarse en el mundo de El eternauta. Y el héroe no posee super poderes, ni es el más fuerte, ni más el apto, tiene miedos y sabe que él también puede morir en cualquier momento. Es solamente un tipo que quiere cuidar a su familia, es sólo Juan Salvo el hombre de los ojos color para siempre.


Todos esos factores, tan causalmente alineados, hicieron de El Eternauta la historieta argentina por excelencia. Fue publicada inicialmente en el semanario “La hora cero” entre 1957 y 1959. Tuvo gran cantidad de secuelas y reediciones, y tanto la historia original como la mayor parte de las continuaciones han sido objeto de frecuente análisis y controversia.
Una de las reediciones más llamativas, es la que se realizó en 1969 en la revista “Gente”. En este caso a Oesterheld lo acompañó como dibujante Alberto Breccia. Esta edición fue teñida de un tinte mucho más político, se afirmaba literalmente que las grandes potencias habían entregado Latinoamérica a los invasores. Su fuerte crítica política y su aguda visión social llevaron a la interrupción abrupta de la publicación en la revista. Esta versión no fue bien recibida por la dirección de la revista ni por el gobierno de Juan Carlos Onganía, y debió darse por terminada antes de tiempo.
El eternauta pretendía camuflarse entre las frivolidades cotidianas de la farándula porteña, pretendía esconderse en las páginas de Gente y despertar una conciencia social, pero no lo dejaron. No “coincidía” con el perfil de la revista y mucho menos con el de sus lectores. No había allí un lugar para contar que los seres humanos también tienen un lado oscuro, y que éste sale a relucir en las situaciones complejas. Por qué le iban a contar al pueblo que sólo unidos los seres humanos pueden sobrevivir y luchar contra el enemigo, ¿para qué? No vaya a ser que se les ocurra hacer un paralelismo entre esos extraños invasores, esos enemigos ficticios de historieta y la sociedad argentina. Era mejor no arriesgarse. 
Los vanguardistas dibujos de Breccia que, oscuros y enigmáticos, buscaban configurar el cruel estilo que había adquirido el guión, no tuvieron lugar en la estética revista de moda. Los punzantes diálogos de Oesterheld que pretendían lastimar, causar dolor, despertar del letargo al pueblo y que sin embargo no fueron lo “suficientemente buenos” para seguir siendo publicados. 
Pero no pudieron, no lo lograron y dudo que alguien alguna vez vaya a lograrlo. El eternauta vio muchas cosas, y recién ahí, después de ver tanto pudo entender todo. El eternauta sigue vigente, seguirá despertando mentes aletargadas que dibujan historietas en un escritorio. El eternauta seguirá luchando contra el invasor, aún cuando sepa que la guerra probablemente esté perdida. El eternauta seguirá viajando por la eternidad para despertar a todos los pueblos dormidos que no luchen contra el imperialismo. El eternauta podés ser vos, puedo ser yo y podemos ser todos.

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